Semanas atrás fue realizada en Nueva York la 47ª sesión de la Comisión de Población y Desarrollo de Naciones Unidas. Allí se debatió en qué estado estamos en relación a la Plataforma de Acción de El Cairo, adoptada en 1994. El resultado fue que podríamos estar mejor, sobre todo si fuera por las posiciones que llevó América Latina. El documento final adoptado en Nueva York no retrocedió sobre lo logrado 20 años atrás en Egipto, pero tampoco se pudo avanzar por la resistencia de los países africanos aliados a las naciones árabes, el Vaticano y Rusia.
Por Mariana Fernández Camacho
COMUNICAR IGUALDAD- Del 07 al 11 de abril, delegaciones de los 47 estados miembros que conforman la Comisión de Población y Desarrollo (CPD) de Naciones Unidas se reunieron en Nueva York para evaluar la implementación del Programa de Acción de la Conferencia de El Cairo, a 20 años de su firma. En un contexto de mucha controversia ─entre los países de América latina, por un lado, y el lobby conservador que unió a los africanos con las naciones árabes, Rusia y el Vaticano─, se consensuó un documento final con sabor a poco. “Nada de lo que se acordó en Cairo se puso en juego, pero dos décadas después en el nivel global es muy poco lo que nos movimos hacia adelante”, resume Ana Cristina González, representante de la Articulación de la Sociedad Civil de América Latina y el Caribe Cairo +20.
Entre los puntos positivos, la cumbre de Nueva York reafirmó que la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres son centrales para la nueva agenda de desarrollo (post 2015), y reconoció la necesidad de modificar las persistentes desigualdades y discriminación. También es para celebrar que se haya incluido la importancia de producir información desagregada y el énfasis puesto en la participación de los y las jóvenes en la formulación, implementación, monitoreo y evaluación de las políticas públicas que afectan sus vidas. Por último, fue bien recibido por las latinoamericanas el llamado de la Comisión a los gobiernos para que prioricen servicios de planificación familiar, de cuidado pre y post parto, tratamientos de infecciones de transmisión sexual y el manejo de complicaciones que pudieran surgir de la práctica del aborto.
Pero a una de cal, otra de arena y entonces preocupan las condiciones a las que se sujeta la provisión de algunos de estos servicios fundamentales. Por ejemplo, secairo3 garantizarán abortos seguros y accesibles sólo cuando no sea ilegal, y se apoyan restricciones al acceso de servicios de salud sexual y reproductiva de los y las adolescentes en pos de valores culturales y religiosos.
“Tales condiciones constituyen serias violaciones a los derechos humanos y son incompatibles con las obligaciones internacionales de derechos humanos. Lamentamos, además, que el documento no haga específica referencia a la orientación sexual e identidad de género, no sólo en el marco de servicios de salud sexual y reproductiva, sino en relación con la discriminación persistente y sistemática y la violencia que enfrentan estos individuos y grupos. La referencia al derecho soberano de cada país a implementar los compromisos con respeto a la religión, la cultura y la tradición no puede ser utilizada para justificar actos discriminatorios, ya que deben atenerse a los estándares universales de derechos humanos. De este modo, el balance deja aspectos sumamente valorables y otros en los que aún resta trabajar”, explica Sabrina Frydman, abogada del área de Promoción y Protección de Derechos Humanos de Amnistía Internacional y una de las oradoras durante la 47ª sesión de la CPD.
Vanguardia latina
Los cinco días de tironeos dejaron en evidencia una nueva configuración geopolítica frente al respeto de los derechos sexuales y reproductivos:
– América latina se posicionó como la región progresista, impulsada por el Consenso de Montevideo, mientras el Caribe más conservador ─Guatemala, Nicaragua y Honduras─ guardaba silencio en las discusiones “picantes”.
– En la otra punta, y bien lejos, pisó fuerte el grupo africano ─cuya voz cantante fue Camerún─ empecinado en ampararse en la soberanía para implementar el Programa de Acción de El Cairo según sus valores culturales, tradiciones y principios religiosos. En la misma línea se movieron los países árabes ─liderados por Egipto─, Rusia y la Santa Sede.
– Por su parte, la Unión Europea ─con evidente simpatía por el ala más progre─ tomó un rol menor en las negociaciones luego de que el bloque africano manifestara su recelo a que los estados donantes les indujeran la agenda.
Argentina compartió y lideró la vanguardia con otros países de la región ─como Brasil, Costa Rica, El Salvador y Chile─, y las buenas vibras entre el Gobierno y la sociedad civil jugaron a favor. “Argentina en sus posiciones coincidía con lo que las organizaciones que viajamos y/o que veníamos trabajando aspirábamos. El Consenso de Montevideo era nuestra base de acuerdo y ya en Uruguay coincidimos con las posiciones del gobierno. Por eso trabajamos articuladamente apoyando a la Argentina y a quienes la acompañaban”, destaca la directora de la Fundación Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), Mabel Bianco.
De la 47ª reunión de CPD también quedó claro que los campos de batalla son el cuerpo y la sexualidad. Así lo explica María Alicia Gutiérrez, coordinadora del Área de Advocacy de la Fundación para la Salud del Adolescente (FUSA): “Se está articulando un mundo multipolar donde la sexualidad y el cuerpo juegan un lugar clave. Tengo mis dudas si como focos de interés efectivos sobre la buena vida de las personas o como figuritas de cambio frente a otras negociaciones de orden estructural. Pero definitivamente se trata de un campo de batalla donde el cuerpo y la sexualidad encabezan las disputas de sentido”.
Gutiérrez fue parte de la comitiva argentina junto con ong´s invitadas como FEIM, Católicas por el Derecho a Decidir, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), la Red de Mujeres viviendo con VIH, la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito, y el Centro de la Mujer de San Fernando (CEDEM), entre otras.
Luchar por la palabra
Gran parte de los debates giraron, también, alrededor de la inclusión (o no) de palabras en la redacción del documento final, con el convencimiento de que una letra puede resignificar los derechos y las luchas. Algo de eso ocurrió cuando el grupete conservador se opuso a agregar una “s” al concepto de familia, impidiendo así el reconocimiento de modelos diferentes al de mamá y papá.
Con la lupa en las palabras se planta Pamela Martín García, del CEDEM: “La Comisión no logró colocar lenguaje para acabar con múltiples formas de violencia contra las personas por su orientación sexual e identidad de género, a pesar del reclamo de un número relevante de países, entre ellos varios de América latina como Argentina. También se permitió el bloqueo de lenguaje sobre los derechos sexuales. Al salir de la sala de negociaciones, después de más de 23 horas sin dormir, la sensación fue amarga”.
El lenguaje comunica, pero también produce pensamiento y hasta, a veces, acción. Por eso, los discursos suelen ser escenarios privilegiados donde las hegemonías ideológicas y sus resistencias dirimen conflictos sociales y culturales. En ese marco, Mariel Bernal Vilte, del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA), aprovechó su presencia en Nueva York para continuar una cruzada histórica: “Era esencial nuestra participación en la cumbre de la CPD, pero en cuanto a los resultados pues la verdad es que esperábamos más. En el primero y segundo borrador que circuló no sólo no había un párrafo específico de pueblos y mujeres indígenas, sino que tampoco había un enfoque transversal. Recién en el tercero o cuarto borrador aparecimos pero como poblaciones y no como lo que somos: PUEBLOS INDÍGENAS. Solo a partir de la mediación de Cancillería Argentina ─que recibió nuestras sugerencias de lenguaje y realizó un trabajo coordinado con otros países de América latina─ logramos incidir para cambiar “poblaciones” por “pueblos”. La resistencia a incorporar lenguaje que involucre la igualdad de las mujeres o la particularidad que tenemos como mujeres indígenas vino principalmente de ciertos bloques y sectores que todavía justifican la violación de nuestros derechos basándose en la cultura o la tradición”.
Lo que viene
Superado ya el gusto desabrido de la vuelta, es tiempo de ponerse a pensar cómo revertir la estocada conservadora. Desde Colombia, González comparte con COMUNICAR IGUALDAD los pasos a seguir: “Son dos cosas: en el nivel regional, tenemos que impulsar el cumplimiento del Consenso de Montevideo. Pero además es necesario conseguir la vinculación entre la agenda post 2015 y la agenda de El Cairo. Es decir, asegurar los mecanismos para que la agenda de Cairo y sus prioridades queden incluidas en los nuevos Objetivos de Desarrollo del Milenio”.
Frydman apuesta al mismo desafío: “En un futuro de mediano plazo debemos unir Cairo con una agenda de desarrollo sostenible, que transversalice la perspectiva de derechos humanos de modo que el esquema de desarrollo futuro no deje de lado a las poblaciones más vulnerables (niñas, mujeres jóvenes, diversidades sexuales e identidad de género, entre otros), y que provea herramientas de rendición de cuentas que permitan demandar a los actores obligados el cumplimiento real de sus compromisos”.
El mundo anda desacompasado. Será cuestión de no perder el ritmo de lucha para así avanzar en una sola dirección: mayor respeto a nuestros derechos.
Fuente: Comunicar Igualdad.
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