Por Pamela Martín García
El aislamiento social voluntario u obligatorio transcurre en gran parte del mundo por estas semanas y la violencia de género atraviesa a todos los continentes sin ninguna distinción. En muchos lugares del planeta hay mujeres, niñas y adolescentes que están padeciendo una doble pandemia: violencia de género y COVID19.
Cuando decretaron el aislamiento social obligatorio en Argentina en lo primero que pensé fue en esas mujeres, niñas y adolescentes encerradas en sus casas con violentos, maltratadores y abusadores, sin escape. Para muchas mujeres su casa puede ser más peligrosa que la calle. Ahí no hay idea de “hogar” o “sweet home”, al contrario puede ser un espacio donde suceda la más cruel de las violencias. Tal vez, llevar los niños a la escuela, ir al mercado o a trabajar era ese momento de paz tan ansiado diariamente. ¿Y ahora? Desesperante. Además, la mayoría de los abusos en la infancia se dan en las casas y el 75% de los agresores son un miembro de la familia.
De inmediato las organizaciones de mujeres y feministas así como algunos gobiernos, nacional, algunas provincias y gobierno locales, reaccionaron rápido fortaleciendo instancias de asesoramiento, contención, acompañamiento y denuncia para las mujeres que viven situaciones de violencia. Por ejemplo, en Argentina se fortaleció la línea telefónica de atención y la app gratuita de la misma agregándole números de WhatsApp para quienes no pueden comunicarse con llamadas y un correo electrónico, entre otras medidas. A su vez, la mujer en situación de violencia de género que quiere ir a hacer una denuncia a la comisaría más cercana puede hacerlo porque está contemplada dentro de una de las excepciones del decreto de necesidad y urgencia dictado por el Presidente de la Nación, al ser una razón de “fuerza mayor”.
Si sabes de alguna mujer, niña o adolescente que sufre violencia no la dejes sola: escribile, llamala, preguntale cómo está, qué necesita. Dicen que el virus ataca más a varones que a mujeres, según últimos estudios, pero todo es muy reciente y nuevo. No obstante, el pronóstico que de manera indirecta sí afecta más a las mujeres, es ese trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que implica hasta una doble o triple jornada. Eso que suelen decir que es amor, pero no: es trabajo sin paga, sin vacaciones, sin horarios, fines de semana o feriados.
Al estrés, angustia, ansiedad e incertidumbre por “lo que vendrá”, las mujeres añaden una carga de trabajo en la crianza y en el mantenimiento del hogar agotador si no es compartido. No es justo, no es equitativo, no es vida. Democratizar las tareas es crucial para las familias y para el impacto en la vida de las mujeres, también en la enorme cantidad de niñas y adolescentes que cuidan hermanitos. Es un momento de crisis, entre todos los miembros es importante cuidarse y cuidar la “guarida” donde se están protegiendo del virus, cada unx con su aporte, sin recargar más a las mujeres con las que viven.