Masculinidades hegemónicas
Las masculinidades hegemónicas se imponen como una única forma de ser para los varones. La socióloga Raewyn Connell (1995) las define como un modelo de ser que se impone y se reproduce, y por tanto se naturaliza como práctica e identidad de género obligatoria para todos los hombres. Asimismo refiere que también las mujeres y las masculinidades no hegemónicas -aquellas no dominantes- aprenden a reconocer y avalar este modelo como único, natural y válido. Algunas de sus características están ligadas a la heterosexualidad como orientación sexual obligatoria, la fuerza, la no demostración de los sentimientos, etc.
Masculinidades diversas
Las masculinidades subalternas o alternativas son consideradas como otras versiones de ser varón pero definidas como inferiores en relación a la masculinidad hegemónica. Suelen estar vinculadas a orientaciones sexuales no heteronormativas, a expresiones más sensibles, menos violentas, casualmente son consideradas expresiones “femeninas”, ya que no representan la masculinidad hegemónica esperable y aceptada socialmente.
Mandatos de la masculinidad hegemónica
Algunos mandatos e imposiciones de la masculinidad hegemónica son:
- Ser procreador/conquistador: incluye la motivación de una iniciación sexual temprana, la presión de tener múltiples conquistas amorosas, la obligación de estar siempre dispuesto a tener relaciones sexuales, más allá del propio deseo erótico y, además, con buen rendimiento. Incluye la imposibilidad de negarse ante la seducción sexual de una mujer, para evitar ser catalogado de “gay”.
- Ser autosuficientes: hacer todo solo, no necesitar ayuda, no depender ni confiar en nadie, tener el control, seguir e imponer las propias reglas sobre los demás (“Dejame, no soy una nena”).
- Ser fuertes: resistentes, duros, tenaces, arriesgados, estar siempre a la ofensiva, enfrentar el riesgo y no demostrar debilidad, pasividad ni vulnerabilidad, ya que estas características están connotadas como femeninas y, por tanto, son temidas y no deseadas.
- No expresar las emociones: la construcción de la masculinidad implica presiones y límites en ciertas manifestaciones de la emotividad, en particular, las relativas al miedo, la tristeza y la ternura (“no llorar”).
Estos mandatos son validados, sostenidos y reforzados por todo el colectivo social en las interacciones cotidianas, y no sólo por los hombres. Continúan perpetuándose a través de las prácticas de crianza y socialización.
¿Por qué hablar de masculinidades en plural?
Porque no hay una sola forma de ser varón. Hablar de masculinidades en sentido plural nos permite derribar estereotipos, dar cuenta de que la masculinidad hegemónica es un mandato y una construcción social y que como tal, la podemos revisar y construir otros modos que sean más justos y equitativos para toda la sociedad.
Patriarcado
Es un sistema que ordena las relaciones sociales para mantenerlas desiguales y jerárquicas, construidas en base a relaciones de poder asimétricas y binarias. En esta forma de organizar las relaciones sociales, los cuerpos feminizados o de las masculinidades subalternas o no hegemónicas son oprimidos y excluidos, generando situaciones de violencia y obstáculos para el acceso a los derechos humanos.
Si bien las mujeres y LGBTQI+ son quienes sufren las consecuencias más extremas del patriarcado (en Argentina se produce 1 femicidio cada 35 horas), los modelos tradicionales que enseñan cómo debe ser y actuar “un varón de verdad” pueden afectar gravemente la salud de los varones y de quienes los rodean.
Masculinidades y salud
Ciertos comportamientos considerados legítimos y hasta “esperados” por los modelos de masculinidad hegemónica sitúan a los varones en situaciones de riesgo para ellos mismos y para otros/as/es.
Algunos son:
- Demostrar resistencia al alcohol o a las drogas.
- Involucrarse en situaciones de violencia callejera.
- Manejar vehículos a alta velocidad.
- Tener sexo sin protección.
- Subestimar el cuidado de su salud mental.
Estos comportamientos suelen incrementarse en la adolescencia, etapa clave en la construcción de la masculinidad. La mayor proporción de muertes en adolescentes de entre 10 y 19 ocurre por causas evitables, asociadas a situaciones de violencia que provocan lesiones intencionales o no intencionales, autoinfligidas o infligidas por terceros.
En la adolescencia, los varones sufren tres veces más accidentes que las mujeres, se suicidan dos veces más y sufren cinco veces más lesiones por agresiones.
A su vez, los hombres suelen relegar el cuidado de su propia salud, debido a que los modelos de masculinidad hegemónica con los que crecen les enseñan que las conductas de autocuidado y cuidado de otros/as no son “cosa de hombres”. Estos estereotipos de género hacen más difícil que pidan ayuda frente a una situación de malestar o enfermedad. La mayoría de los varones:
- No recurren de manera preventiva a un/a especialista, sino cuando ya están afectados por un proceso de enfermedad.
- Reportan mayores tasas de suicidio.
- Realizan menos consultas sobre su salud mental.
- Realizan menos consultas sobre salud sexual y reproductiva.
- Subestiman situaciones de riesgo para su salud y la de otros/as.
A pesar de las creencias instaladas por el patriarcado, cuidar la salud propia no es un signo de debilidad. Buscar apoyo profesional frente a una situación de malestar, conversar en un grupo de varones sobre cómo se sienten, repensar las decisiones que se toman para cuidarse y cuidar a las/os demás son algunos pasos que favorecen el cuidado de la salud en varones.
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